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Una niña sola. Una niña corre. Los otros, los adultos, se empeñan en hacer de esa infancia un páramo. Telas de araña y misterios se esconden en huevos zigzagueantes; pabilos en la oscuridad, potajes y demonios, susurran cantos de terror.  ¿Qué espera esa niña? ¿Qué siente?

Beatriz Leguiza desde la fotografía y Patricia Severín en la poesía urden este entramado en blanco y negro para desmitificar la infancia, ese lugar no tan idílico, no tan seguro y, a veces, nada protector.